¿HAY EN SU CASA UN LUGAR QUE LE RECUERDE CHILE?
MACONDO
Si hacemos una análisis retrospectivo, si abrimos los cajones de nuestra memoria, veremos los traumas y las frustraciones, las situaciones dramaticas que sufría ese sujeto derrotado llamado exiliado. Perdió a su familia, sus amistades, su entorno, un presente definido, aúnque fuese a medias y se encontró enfrentado a un futuro poco claro y más aún en un medio que entendia extraño y en todo caso desconocido y hasta hostil. El único capital que le quedaba al exiliado era el que deducia de los ideales, del creer en una causa justa y desde ahi producía y reproducía dignidad, la individual y la colectiva.
La fuerza se sacaba, la mayor parte de las veces, de ese colectivo, que a la vez era una multitud de pequeños colectivos. Los partidos políticos, los grupos de baile, los grupos de mujeres como “Mujeres por el Socialismo”, el “LEFÖ” o el “Tafich”, el Club Deportivo, los “Jovenes por el Socialismo” y las asociaciones culturales o de estudios políticos más o menos transversales que se crearon en el transcurso del tiempo.
Fueron las comidas entre grandes grupos de amigos, las fiestas de fin de año, el “Arauco”, la existencia de ese refugio geográfico y emocional que constituyo “Macondo” y su gente.
El “macondiano” era chileno de los buenos (sin menospreciar a nadie), de los primeros en las marchas y todo tipo de actividades. Memorables campañas de recolección de dinero, fantasticos campeonatos de futbol. “Macondo” era el “Territorio” en dónde nos sentiamos bien, con nuestras normas y en dónde eramos personas. Ahi también se concentraban casi todas las direcciones locales de la izquierda chilena en Austria, lo cuál facilitaba la comunicación, la planificación de tareas y generaba confianza. Cierto es que también hubieron peleas y “pelambres”, pero esto ya es parte del Folclor chileno-macondiano (pero, a ver, díganme, quién no ha “pelado” nunca?).
Quizás, quienes vivieron o aún viven en “Macondo” nos sentimos mucho más propensos a verlo como parte de un “Territorio libre”. Ahi se vivía un sentimiento de pertenencia, teniamos la posibilidad de «sentirse chilenos con iguales ideales y objetivos», reforzando fuertemente nuestra propia identidad, protegiendonos en las familias, en los circulos de amigos y en los partidos políticos y, estos ultimos jugando un papel de puente, cumpliendo – fuera de sus funciones específicas y en forma no conciente ni programada- las del “Club Social” impediendo un desarraigo y una desculturización aún más acelerada.
A la falta de elementos simbólicos identificatorios, que hubiesén terminado por socavar y derrumbar nuestro espectro simbólico cultural como chilenos, le oponiamos nuestra simbologia, nueva y muy sui generis. Generamos incluso hasta palabras solo entendidas por nosotros tales como “patifera”, “serrucho”, “rubiales”, “tetera”, “koleka”, comprabamos en el “Uma” y nos tomabamos una “birita” . Todos los adultos eran “ti@s» y todos los niños eran “sobrin@s”. Como nos faltaba el Barrio de origen, la plaza y otros simbolos dónde reconocernos, creabamos “Pataguas”, “canchas de futbol” (que manera de tragar tierra!), le dabamos nombres a nuestras calles y Plazas e incluso se “eligió” hasta un alcalde. Celebramos no sólo cumpleaños, sino que más de un matrimonio y bautizos. También se celebró a algunos “vecinos” (todos eramos vecinos) que se recibieron de médicos o terminaban el liceo y seguían a la Universidad. Para septiembre se hacian Carpas y Ramadas y hasta se „editaba“ un diarío .
Esa simbologia de la que nos dotabamos inconcientemente, jugando quizás, no era más que el reflejo de nuestra busqueda por superar la perdida de elementos identitarios. De ésta forma rompiamos una suerte de marginalidad y ese doble desarraigo al que nos veiamos condenados.
“Macondo” se llama así, pues de ésta forma nos negabamos a aceptar que la realidad de este exilio existía, que era real, pero en “Macondo” todo era posible. Nos trasladabamos así, mentalmente, colectivamente, a nuestro terruño, lo viviamos y lo gozabamos. Aquí en este “Territorio libre” eso era posible. Toda ésta suerte de micro-sociedad civil, sumada a la comunidad de objetivos del colectivo (“Todos contra la dictadura”) impidió grandes tragedias, a pesar de que muchas veces más pareciamos “perros y gatos” que compañeros. Ese factor espacial fue tremendamente importante para todos nosotros.
“Macondo”, evalúese hoy como se quiera, tuvo el gran merito de haber evitado la dispersión geográfica y emocional de los chilenos. Además sirvió como elemento aglutinador de los “otros exilios“ latinoamericanos, tan aterradoramente iguales al nuestro. Por eso y por todo lo anteriormente dicho es que quiero e idealizo tanto ese Barrio, a Macondo, mi Barrio!