David Muñoz Gutiérrez | Italia
¿CÓMO FUE SU SALIDA DE CHILE?
SEPTIEMBRE…CHILE…
GOLPE DE ESTADO DEL 11 DE SEPTIEMBRE …
PARA NO OLVIDAR…
La mañana del martes 11 de septiembre nos encontramos con las calles ocupadas por los militares. Nos precipitamos fuera del hotel y tratamos de caminar hacia calle San Martin donde estaba la sede del Comité Central del Partido Socialista; fue imposible llegar, la balacera en algunas calles era intensa; volvimos hacia la Alameda, encontramos grupos de personas que trataban de saber a través de radio emisoras portátiles lo que estaba sucediendo, escuchamos los bandos militares que comunicaban que las Fuerzas Armadas y carabineros de Chile le pedían al Presidente que renunciara a su cargo. Nos dirigimos hacia una bodega donde estaban algunos trabajadores que trabajaban en la construcción del Metro para ver si nos podían dar alguna noticia de algo que estuviera organizando la CUT, no obtuvimos ninguna información útil, pero escuchamos parte del primer discurso de Allende. La gente volvía hacia sus hogares a través de cualquier medio, buses, autos, camionetas, a pie, la calle Alameda estaba llena de gente que corría para todas partes; Los militares habían anunciado que habrían bombardeado la Moneda, el Palacio del Gobierno. El tiempo pasaba vertiginosamente, y a un cierto punto sentimos el rumor de los aviones que se dirigían hacia el Palacio de la Moneda y descargaban sus criminales bombas, luego comenzamos a ver el humo que salía al cielo desde la ubicación del Palacio del Gobierno; llegamos donde había otro grupo de personas que trataban de captar algo a través de radio transmisora portátil, se escuchó en parte el ultimo discurso de Allende; el tiempo parecía pasar a una velocidad incontrolable, luego escuchamos un bando que decía que desde las 3 de la tarde se declaraba el toque de queda total y que los que se encontraran en las calles sin justificación serían pasados por las armas en el mismo lugar donde fueran encontrados. Desde ese momento la gente desesperada buscaba refugio y trataba de subir a cualquier medio para volver a sus propias habitaciones lo más rápido posible; supimos que muchas personas quedaron bloqueadas en las estaciones de ferrocarriles y en los paraderos de buses. Nos acercamos al hotel donde habíamos dormido la noche anterior y antes de las 3 de la tarde entramos, allí había un gran grupo de personas, el comedor a la hora de la cena estaba repleto, pocos consumieron la cena, había un silencio extraño nadie conversaba, solo se veía la televisión que pasaba marchas militares y bandos militares. Desde las ventanas se veía la calle y circulaban solo vehículos con militares, pero no solo vehículos militares, también camionetas y algún camión que no eran de dotación de los cuerpos militares. La noche entre el once y el doce de septiembre en ese hotel no volaba una mosca, era un silencio extraño; también nosotros conversábamos en voz baja y así nos pusimos de acuerdo instintivamente de destruir cualquier cosa que nos identificara con nuestra militancia política, así que destruimos el carnet de partido y los documentos políticos que teníamos con nosotros y que habían sido producto de la ultima reunión del Partido Socialista de los días 7 y 8 de septiembre; no sabíamos que cosa habría sucedido visto que el toque de queda lo habían declarado hasta nuevo aviso, o sea no se sabía cuando lo habrían levantado.
El director del hotel ofreció licores gratis a todos los que quisieran para pasar el mal rato, pero no tuvo mucha acogida. El desayuno del día 12 fue también silencioso pero nos pareció notar que unos a otros se estudiaban como buscando quienes estaban de acuerdo con lo que estaba sucediendo y quienes no estaban de acuerdo. El almuerzo fue reducido ya que el director comunicó que no pudiendo salir a comprar había que arreglárselas con lo que tenían en bodega. La cena del día doce de septiembre fue interrumpida por la entrada al Hotel de unos 40 soldados que sostenían que desde ese edificio la noche anterior se había disparado contra los “soldados de la patria que estaban trabajando para extirpar el comunismo del país”. Por tanto nos apuntaron los fusiles, nos hicieron levantarnos de la mesa y nos pusieron manos arriba en los corredores que daban a las piezas. A más de alguno para apurarlos le dieron culatazos de fusil, comprendido el narrador; nosotros ocupábamos dos piezas, en una estaba Guillermo y José y en la otra estaba yo y Pedro. A un cierto punto llaman a los ocupantes de la pieza número 101 (no recuerdo el número) éramos nosotros, en ese momento fui empujado con la culata del fusil para que me apurara y me pusieron junto a Pedro con las manos arriba contra la pared: un oficial decía vamos a ver quienes son estos y de donde vienen. Pedro no se había deshecho de un documento del sindicato de taxistas democráticos y por allí comenzó el interrogatorio. Yo les dije que era estudiante, que vivía en Temuco que era vecino de Pedro y que sabiendo que venía a Santiago me había ofrecido para acompañarlo y al mismo tiempo para conocer Santiago, que Pedro había venido a Santiago porque le habían dicho que le habrían entregado taxis nuevos para su sindicato. En eso estábamos cuando el oficial viene llamado de otro lugar del corredor o pasillo donde habían encontrado 8 personas que pertenecían a un sindicato de trabajadores de la línea blanca (construían refrigeradores, cocinas etc) y que venían de Concepción. Con el griterío que tenían se creó una tal confusión que no se entendía nada, en un momento el soldado que nos apuntaba el arma comenzó a empujarnos golpeándonos con la culata del fusil y nos hizo entrar a la pieza que ocupábamos y cerró la puerta. Allí nos quedamos temblando de miedo y sin hacer algún rumor pero escuchando todo el rumor de los que sucedía afuera y los pasos de los soldados y los golpes contra las paredes. A un cierto punto escuchamos a uno que decía: ya nos vamos y nos llevamos a estos gallitos del sindicato de Concepción. Sentimos que bajaban de carrera las escaleras del hotel, obviamente nunca supimos nada más de esos hombres que se llevaron, además que no habíamos intercambiado alguna palabra con ellos. Terminada la operación de los militares alguien se puso a llorar y el director nuevamente ofreció licores para quien los quisiera pero esta vez más de alguno aceptó la oferta. Nosotros nos juntamos en la pieza que teníamos yo y Pedro y vimos por primera vez los daños que habían causado a las camas y a los muebles en busca de no se que cosa; llamamos al director y le hicimos ver el estado en el cual habían quedado las cosas y luego de cambiar uno de los colchones que estaba roto nos propusimos tratar de dormir. El día 13 de septiembre a las 15 horas fue levantado el toque de queda total para permitir a todos los que habían quedado bloqueados en algunos lugares pudieran llegar a sus casas o buscar otras soluciones. Nos intercambiamos teléfonos de parientes para poder comunicarnos o dar noticias de nosotros: Guillermo Martin y Pedro Borquez que andaban en una camioneta decidieron de ir a un cuartel para pedir un pase para volver a Temuco, lo obtuvieron; José Amar dijo que buscaba algún pariente y yo me fui donde un tío que estaba en calle Galves cerca de la Plaza Almagro. Por algunos días estuve sabiendo de Guillermo y Pedro, habían llegado a Chillán donde vivía la madre de Guillermo y luego habían llegado a Temuco. De José nunca más supe algo hasta que un día por casualidad encontré a su mujer en una calle de Santiago y me dijo que estaban tratando de encontrar asilo político en alguna embajada, mucho tiempo después supe que se había asilado en Colombia. Guillermo fue detenido en su oficina de trabajo en Temuco, llevado al regimiento militar, torturado y encarcelado por un buen tiempo, también fue torturado con él Elias Amar, hermano de José. Por esas cosas del destino un día lo liberaron e incluso le dieron un permiso para visitar a su madre en Chillán. Una mañana temprano Guillermo y su familia subieron a un bus en Temuco, su familia se bajó en Chillán y él siguió camino a Santiago, un día los franceses le dieron asilo político y así salvó su vida. Jorge Varas de algún modo y con amigos y compañeros de su hermano Renato logró llegar también a la vía del exilio salvando su vida. Borquez siguió viviendo en Temuco y haciendo el trabajo de taxista y chófer de micro, después de tantos años lo vi en Italia en casa del compañero y amigo José Gonzalez que también salvó su vida a través del exilio. Varios compañeros de Temuco lograron salir de la provincia y también se exiliaron en distintos países y varios salieron hacia la Argentina.
Estuve dando vueltas por Santiago por varios días y en esos días encontré a varios compañeros y entre esos a algunos miembros del Comité Central del Partido, todos los que encontraba me aconsejaban de buscar asilo, alguno incluso me dio cita para tratar de ayudarme a entrar a alguna embajada. El problema mayor era el del dinero para moverse en Santiago. Visité una familia amiga que había conocido a través de José Gonzalez, pero allí no era posible estar, además vivían muy cerca de un regimiento de la aviación. Estuve en contacto con un primo que trabajaba para unos funcionarios de la embajada norte americana y en su casa estuve un día entero, el me puso en contacto con un amigo suyo que me hospedó por un par de días. No quería cargar mucho de responsabilidad a mi tío en calle Galves, el trabajaba en la junta de auxilio escolar y becas para los escolares y los milicos los habían advertido que quien ayudaba a los partidarios de Allende correrían la misma suerte. Al fin casi todo el tiempo llegaba a dormir a su casa ya que me parecía que su casa tenía una cobertura muy buena porque la entrada de la casa era la misma de una escuela infantil entonces uno podía pasar como un padre más que iba a retirar a su niño. Un día mi primo pidió permiso a sus patrones gringos y fue al sur a ver como estaban las cosas y a su vuelta me comunicó que en todos los paraderos de buses y estaciones de ferrocarriles habían afiches en los cuales se me buscaba vivo o muerto junto a otros 4 compañeros de la provincia. La situación era complicada, dinero había poco, pero un día encontré un compañero de Temuco que se ofreció para llevar un mensaje. Ese mensaje se lo envié a los compañeros del partido a través de una querida compañera que era simpatizante del MIR pero con la cual tenia yo una relación que iba mas allá de la amistad. Ella contacto algún compañero del Partido Socialista del gremio de profesores y estos hicieron una colecta y con ella que viajó a Santiago con una hermana me lo enviaron.
Allí tuve más noticias del dramatismo que había tenido el golpe en nuestra provincia; ellas llegaron en la mañana de un día que no recuerdo la fecha y se volvieron a Temuco la misma tarde; la comunicación se producía a través de mi primo, ellas lo llamaban a él y yo lo llamaba a él para saber las noticias, tenia una cierta seguridad la cosa porque el teléfono era de la casa de un funcionario norteamericano. Durante esos días a través de la televisión, la radio y los diarios del país se publicaban listas de personas que eran invitadas a presentarse a los cuarteles militares o de carabineros para proceder a la identificación y clarificación de la propia posición con respecto al gobierno militar que se había instalado en el país; los militares comunicaban a través de bandos militares que habían muerto en enfrentamientos con los militares algunos extremistas marxistas; o que eran prófugos de la justicia una serie de ciudadanos.
Se advertía permanentemente a los ciudadanos que ayudaran a los extremistas, agentes del comunismo internacional, que serian castigados como si fueran traidores a la patria. Obviamente la prensa era censurada y nada podía ser publicado si no pasaba primero por el control de los militares. La situación cada día se ponía mas difícil. Supe que mi padre había sido detenido junto a varios compañeros de la CUT y de los partidos de izquierda de Loncoche y estaba en la cárcel de Temuco, la represión cada día que pasaba era más selectiva. La compañera de confianza que había venido a Santiago a traerme dinero, tuvo la noticia a través de la señora de un compañero socialista que era amiga de un carabinero, que la estaban buscando junto a su ex marido y este funcionario le hizo ver la orden de detención diciéndole, si tienes la posibilidad de avisarle dile que se vaya de Temuco. Así fue que mi primo me comunicó un día que ella estaba llegando a Santiago a casa de una hermana que era casada con un carabinero y que por ese hecho a lo mejor corría menos peligro. Esta persona además tenía contacto con los cristianos por el socialismo y por tanto estaba en condiciones de buscar ayuda entre los curas y las monjas católicas. El día 9 de octubre siendo cerca del medio día, tocaron el timbre en la casa de mi tío y era una monja que me buscaba porque le habían contado de mi situación y me proponía llevarme inmediatamente a la embajada italiana para probar a saltar la muralla que protegía la embajada y una vez dentro pedir asilo político. La cosa se debía hacer rápidamente por tanto con lo que tenía puesto salí de la casa acompañado de ésta religiosa que me llevó hasta un pequeño furgón en el cual me transportaron hacia los alrededores de la embajada italiana que estaba ubicada en el barrio alto de Santiago. Una vez llegado al lugar la religiosa que manejaba me ha dicho, ahora deben caminar tú y ella por la vereda y a un cierto punto ella te ayudará a subir para saltar por sobre la muralla.
Cuando estábamos en el lugar que parecía que la muralla era más baja me puso las manos para que yo colocara el pie, me dio un empujón y así logré llegar a la cima del muralla y cuando estaba por bajar hacia dentro me dijo algo como, “que te vaya bien, yo soy Valeria, salúdame los otros que he ayudado a saltar”. Muchos años después supe de su trabajo para ayudar a los perseguidos por la dictadura, a través de un libro publicado por el diplomático italiano Roberto Toscano. Por el otro lado dos curas hacían lo mismo con la compañera y otro compañero del MIR de Temuco. Al día siguiente cuando llegaron los funcionarios dijeron que ya conocían mi situación y que había que esperar que el gobierno italiano tomara una decisión sobre el asilo político.
Mi permanencia en la embajada duró desde el 9 de octubre del 1973 hasta el 20 de agosto del 1974, la dictadura negaba siempre el salvoconducto que permitiera a los italianos llevarme a Italia, sostenía que mi situación no estaba clara…
(Extracto de «una historia como tantas» de David Muñoz Gutiérrez)