Jose Campusano Alarcon | Francia
¿CÓMO FUE TU SALIDA DE CHILE?
Las tragedias colectivas pueden y deben ser vistas desde distintas miradas. El exilio, una de ellas, se origina en nuestra familia después de la detención de nuestro padre José Agustín Campusano por el Comando Conjunto (cruel y criminal grupo operativo al servicio de la dictadura chilena). El 21 de Septiembre de 1975 cursaba el 3ero medio en la Escuela de Artes de Oficios de la Universidad Técnica del Estado cuando detuvieron a nuestro padre. Toda la familia, padre, madre y hermana, incluyéndome, antes de este hecho trabajábamos en la resistencia a la dictadura. Esta era una actitud familiar como desenlace natural de toda una vida (de José y Ernestina) entregada a las causas del pueblo y para nosotros no tenía ninguna connotación especial de heroísmo ni nada que se le parezca. La detención y la desaparición de nuestro padre, si nos marcó para toda la vida. Lo encontramos después de casi un mes en el Campo de Concentración de Tres Álamos y su peregrinar por varios de estos centros de detención durante ese año, nos permitió vivir muy profundamente la antesala del exilio con los miedos y temores propios de la represión diaria, el hambre y el fraccionamiento de nuestras vidas, de nuestro barrio, de nuestros amigos y del país entero.
La liberación, en junio del año 1976, de nuestro padre fue un gran alivio para todos nosotros, sin embargo, seguían cayendo dirigentes comunistas y desaparecían dejando solo el rastro de la DINA de Pinochet. Mi padre recibió la recomendación y autorización de su partido de salir hacia el exilio. Ahí comenzó el exilio de nuestra familia. Mi padre viajó con mi hermana Rosaura a París – Francia en septiembre del año 1976. Mientras tanto yo cursaba el 4 medio y hacía gestiones para terminar anticipadamente el año escolar y poder realizar estudios superiores allí donde llegáramos. Finalmente puede viajar con mi madre, que me esperaba para partir al extranjero, en octubre de ese mismo año, con mis estudios de enseñanza media terminados. La vida en París era difícil para un joven exiliado latinoamericano. En mi escuela técnica en Chile, no existía un aprendizaje profundo de idiomas, por lo tanto apenas sabíamos algo de inglés y en Francia, naturalmente el conocimiento del idioma francés era esencial para poder relacionarse y seguir estudios superiores. Mientras tanto, para sobrevivir trabajábamos en lo que fuera. Recuerdo haber limpiado oficinas y casas en distintos turnos diurnos y nocturnos, especialmente en estos últimos. También trabajé limpiando grandes estacionamientos de autos de edificios de noche, además de ser pintor de “brocha gorda” en hospitales y otros lugares con distintos emigrantes de Asía, África y América Latina. Al cabo de un año y mientras trabajábamos en estos menesteres, ingresé a cursar 1er año de Física a la Universidad de Paris V en Jussieu. Dura vida para un joven de 17 años que solo había trabajado físicamente en Trabajos Voluntarios desde niño en el Gobierno de Allende y después con su comunidad de barrio en tiempos de dictadura. Por todo lo anterior, el ofrecimiento de una beca a los dos hermanos para estudiar en la Unión Soviética la carrera que quisiéramos, con todos pagado, además de un estipendio mensual fue “música para nuestro oídos”. La vida de la URSS en la ciudad de Moscú, se constituyeron en los años más tranquilos, programados y felices de nuestra juventud. Los estudios de un nuevo idioma, cursar Ingeniería Civil, conocer el “alma rusa”, con su cultura misteriosa y maravillosa a la vez, vivir el primer amor de joven, viajar por distintos parajes, conocer jóvenes soviéticos tan comprometidos con profundos valores de solidaridad para con nuestro pueblo en lucha contra la dictadura, conocer mejor desde esa distancia a nuestro propio país, con sus defectos y virtudes, todo eso solo podía condicionarnos a contar cada día que quedaba para terminar los estudios y volver a Chile, a colaborar en la lucha y terminar con la dictadura y aportar en la reconstrucción de la democracia. Mientras tantos nuestros padres habían quedado en Francia, sin ambos hijos, con las dificultades propias de las secuelas de la tortura y la edad, viviendo con pocos recursos económicos. Por intermedio del Partido Comunista de Chile viajaron posteriormente a Bulgaria en donde pudieron vivir algunos años, estudiando mi padre sobre Complejos Agro-industriales, parte de lo que era el sueño de su vida de dirigente histórico de los campesinos chilenos, y mi madre estudió Filosofía. Terminado los estudios y recibidos como profesionales, nos preparamos y regresamos a nuestro país. El viaje fue directo; Moscú – Buenos Aires – Santiago. El contraste era gigantesco. Volver de una sociedad amiga, a un país que aunque propio, éramos resistidos y perseguidos por haber estado en el exilio. Volvíamos a un Chile profundamente herido, con movilizaciones cada día más estremecedoras, con crímenes diarios, pero con una resistencia en ascenso al tirano y su régimen. Nuestro exilio con mi hermana Rosaura terminó el 21 de octubre de 1983. Todavía quedaban largos 7 años de dictadura. Pero eso ya es otra historia.