Kelly Molina Rivera | Memorias de exilio

Kelly Molina Rivera | Francia



¿CÓMO FUE TU SALIDA DE CHILE?

Hoy enero 2014 entiendo mi salida de Chile como un acto de valentía para seguir viviendo. Fui un pequeño pasajero que trató de atar su voz con la libertad. Tenía cinco años cuando mi existencia  fue quebrada y violentada por la desaparición de mi abuelo Juan Luis Rivera Matus de 52 años, casado, 7 hijos, dirigente Comunista y sindicalista de Chilectra, asesinado por el Comando Conjunto el 6 de Noviembre de 1975.

Mi partida junto a mi familia se inició después de la evidente y dolorosa persecución a mi padre Nacho Molina Cook, 26 años, perteneciente a las Juventudes Comunistas. Vivimos en clandestinidad durante varios meses, en distintas casas familiares. Entendía a esa edad que estábamos a salvo de los milicos y como era en casa de primos se protegía y se saboreaba un ambiente familiar, que por momentos se me olvidaba el constante peligro que se vivía allá fuera.

Para que mi testimonio le sirva a la historia, quiero expresar que el haber vivido callada, huyendo de la represión brutal de lo que significa e implica una dictadura militar, siendo tan niña, me dejó heridas para la vida entera, irreparables ciertamente, de una u otra forma aun somatizo con el miedo, el silencio, y con el conflicto.

Recuerdo patente cuando tuve que dejar mi mundo construido, desde lo mental, afectivo , colectivo, cotidiano…Por ejemplo, desprenderme de mis juguetes, la bandera chilena, la casa linda, acogedora, que iba para arriba en su construcción, ya que vivíamos en una toma de terreno, símbolo de la lucha por los derechos del gobierno de la unidad popular. Todos los vecinos de la cuadra eran amigos partidarios, existía esa  cosa rica de las fiestas con la guitarra en la mano, desafiando el toque de queda, arriesgando la vida por algunas horas de felicidad. Yo metía ahí en el malembe, malembe…

Sin duda el acto más adulto e inhumano que tuve que vivir, fue mi último día de clases en el jardín infantil” Bambi”, lo viví con una pena tremenda, el no poder decirle adiós a mis amiguitas y contarles que ya los muebles estaban vendidos, los libros de cuentos se los dejábamos a los primos, y que me iba a subir por primera vez a un avión. La tranquilidad ya estaba presente , el saber que mi papá estaba a salvo y nos esperaba en París, sueño que me colocaba en una situación de felicidad inmensa.

Todo este contexto hizo que mi partida  tuviera una nota mayor de conciencia, dividida entre las ganas de vivir segura, y dejar con un dolor gigante a mi familia destrozada, sin derechos, sin armas para combatir, deprimida por la  desaparición de mi abuelo y con una gran pobreza económica. Mi abuela trabajaba doble jornada para sostener a sus seis hijos. Buscando incansablemente a su Juan.

La partida al exilio fue una condena por definición , sólo les puedo decir y hoy gritar que no me cortaron ni las manos, ni el corazón para seguir viviendo y amando al humano sobre todas las circunstancias de la vida.

Muchas gracias a ustedes por este ejercicio de reparación, un tránsito injusto y sin olvido. Kelly , 44 años.

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