Marisol Molina Rivera | Francia
¿CÓMO VIVISTE EL PRIMER PERIODO EN EL NUEVO PAÍS?
Muchas veces me he preguntado qué habría pasado si no hubiese nacido en el exilio. Lamentablemente cuando uno nace en el exilio es como si naciera dividido, partido en dos en un lugar equivocado y en circunstancias desesperadas. Aunque nací dentro de una hermosa familia, compuesta por mis padres y mis dos hermanas mayores, nací dentro de una familia quebrada, adolorida por el arrebato de un sueño y la desaparición de uno de los nuestros (mi abuelo materno)…. Mi padre, buscando refugio en Francia, un día se encontró con un pasaje sin retorno. Obligado a quedarse en un país donde la lengua y el clima no se asemejaban en nada a su puerto querido. Él y mi madre tuvieron que vivir, o sobrevivir en tiempos difíciles y en un lugar que nunca supieron entender… Marisol, me llamaron por el “mar” y el “sol” que extrañaban de Chile. Cuando uno está lejos de su país, tiende a idealizar las cosas.
A nosotras siempre nos contaron que Chile era lindo, que era amable, que en Chile estaba la familia y que no había que acostumbrarse a Francia porque cualquier día podríamos volver. Mis padres estuvieron en “transito” casi 10 años en Francia…. Cuando llegué a Chile con mis 5 años de edad, me encontré con un Chile ni tan bueno, ni tan amable, peor aún, ni tan “familiar” ya que todo era desconocido… hasta la familia….. Me pusieron en una escuelita francesa para no perder la lengua, con la única condición: guardar silencio. Creo que por eso fui tan introvertida de niña, no se podía decir nada… Ni que mi padre era retornado, ni que mi abuelo seguía desaparecido, ni que los fines de semanas nos llevaban a las protestas mientras que mis compañeritos se iban a esquiar… Como contar que todos los domingos me llevaban a la cárcel pública para visitar a los compañeros. Lo único que sabía yo al respecto, es que los compañeros eran buenos y que era injusto el hecho que estuvieran en la cárcel, que los malos no eran los presos sino que los pacos! Acompañe a mi padre todos los domingos a la cárcel de los presos políticos por más de un año, como una buena devota que va a misa. Mi fidelidad a esta participación no se basaba ni en la lucha, ni por lo pintoresco del lugar, sino porque yo, con mis 7 años de edad, pensaba que al acompañar a mi padre a la cárcel a visitar a los compañeros, lo protegía…. Lo acompañaba para que no le pasara nada, me consideraba como su ángel guardián… que linda es la niñez…… Y aunque nunca entendí porque se exponía tanto, siempre lo seguí. Con el tiempo lo entendí y lo termine admirando.
Cuando uno es hijo del exilio es como si fuera una persona desmembrada entre dos países, dos culturas y dos maneras de ver la vida completamente diferentes. Con el tiempo he tratado de transformar ese quiebre en virtud. Es difícil, aprender a vivir cuando uno está quebrada de nacimiento, ya que siempre sientes que te hace falta una parte de ti… Mi pregunta es como vivirán este quiebre mis hijos… con un padre francés y una madre que lo único que tiene de chilena es su sangre roja…