¿CÓMO FUE SU SALIDA DE CHILE?
Me decidí a escribir mi historia, mi experiencia porque si no se le cuento a nadie lo que he pensado todos estos años se quedaran guardados como un secreto. Intento encontrar las palabras sabias para expresarla.
Soy Yolanda Arellano Carvajal. En septiembre de 1973 yo tenía 17 años.
Esta historia, la historia de mi familia y la mía comienza meses antes que los chilenos supiéramos que se estaba planificando un golpe militar en Chile.
De estos 40 años pienso que es el recuerdo de algo que nunca debió haber ocurrido en Chile.
Yo creo en la frase pronunciada por el político alemán Helmut Kohl que dice así: “Un pueblo que no conoce su historia no puede comprender el presente ni construir el porvenir”.
Aquí en Europa, en los libros de historia esta oscura página de la historia europea, Se enseña que “Los líderes del nazismo fueron juzgados por los aliados en los juicios de Núremberg (1945-6)”.
El pueblo alemán, conoce y estudia su historia.
…..no estoy pidiendo que se ensalce el pasado y sus símbolos, pero tampoco que se repudien. Ser conscientes de lo ocurrido y de donde se viene, puede ayudar a vislumbrar hacia donde se va.
“Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla.” Marco Tulio Cicerón
yo fui testigo de algo histórico que cambió para siempre la vida de mi familia.
Jamás pensé que una cosa así podía ocurrir en Chile.
Tanta maldad, tanta violencia civil y armada contra nosotros.
¡NO se pueden olvidar!
Limache, calle 18 de Septiembre s/n.
Radio Limache / Victoria. CB 156
Chile, julio de 1973
En Santiago de Chile 26 julio de 1973 grupos de ultra derecha asesinan al edecán naval del presidente Salvador Allende, comandante Arturo Araya Peters.
En Limache en nuestra Radio en la noche del 26 julio de 1973 nos pusieron una bomba al interior de nuestros estudios.
Nos despertó el bombazo…… SI, hasta Limache llegó lo que la administración de Richard Nixon y Henri Kissinger quería para mi CHILE, nuestra radio siguió saliendo al aire.
De la investigación del atentado del mes julio del 1973, no supimos más detalles, pero en la madrugada del martes 11 de septiembre, una cara tiznada nos lo va a explicar de viva voz.
EL GOLPE
La madrugada del martes 11 de septiembre de 1973 en Limache, había una espesa neblina y hacia mucho frio.
Nos despierta nuevamente un bombazo, gritos, disparos, ruidos de pasos de muchos pasos, mi familia y yo todos saltamos de nuestras camas, ese ruido, ese bombazo lamentablemente nos era familiar.
Salimos todos a mirar y descubrimos que en nuestra propiedad estaba rodeada porque se oían gritos, voces, ruidos de pasos, órdenes de despliegue, pero la espesa neblina nos impedía ver de quienes se trataba.
Papa, pensó que era Patria y Libertad, o algún grupo fascista que estaba jugando a la guerra.
Desde la terraza de mi casa la visibilidad era nula debido a la espesa neblina.
Los vecinos empezaron a llegar a las cercanías de los estudios de nuestra radio, y ellos se percataron que salía humo desde los estudios de nuestra radio llegaron a pie, después nos dimos cuenta que muchos de ellos estaban en pijama, querían saber lo que estaba pasando y el recibimiento fue brutal, y en la calle 18 de septiembre ahí frente a la Radio, si, no, me equivoco en ese entonces la calle se llamaba así, bueno eso también lo cambiaron.
Algunos ya habían logrado llegar hasta la misma puerta de nuestra casa, rápidamente nos tuvimos que tirar todos al suelo porque las balas llovían venían de todas partes haciendo saltar vidrios y dejando los muros de mi casa marcados por las ráfagas. Silbaban las balas durante segundos que me parecieron eternos. Las caras tiznadas aparecen cual fantasma y obligan a todos los vecinos a ponerse en línea con las manos en alto, para luego a grito pelado y con insultos los hacen ponerse de guatita en el suelo, con las manos en la nuca. Se pusieron a cantar el himno nacional, y recuerdo que no fue una buena idea. Los insultos llovían.
Llega una cara tiznada exigiendo las llaves de los estudios y del transmisor y de la antena ahí descubrimos que era la Marina Chilena., Recuerdo lo que lo que les gritó una cara tiznada a Papá y Mamá esa madrugada del 11 de septiembre de 1973,
“esto les pasa a Uds. por comunistas de mierda …… son una pulguita, pero puchan que joden”.
Me hice la pregunta: ¿por qué ellos no sabían, que la izquierda chilena era muy diversa? y nosotros los Arellano Carvajal, nunca fuimos comunistas, ¡qué ignorantes! ¡Pero, no era el momento de darles una charla a las caras tiznadas armados hasta los dientes.
Se llevan a Papá a empujones con las llaves, suben hacia el transmisor a mitad del cerro a pocos metros detrás de nuestra casa, los marinos chilenos colocaron la dinamita y siguieron hasta la antena para también colocar dinamita.
La explosión hizo saltar todo y ahí, pánico ¿dónde está Papa? la espesa neblina me impedía ver y yo no me atrevía a gritar.
Mi corazón latía a 200 por hora.
Nuestra antena orgullosa se fue cayendo poco a poco, se iba despidiendo de mi familia, de nuestra radio, de Limache, de nuestros sueños, de nuestra democracia chilena.
No veía donde estaba Papá, creí que la explosión lo había herido o muerto, pensé mil cosas en medio del caos que reinaba en nuestra propiedad y en la calle.
Papá cae y rueda cerró abajo producto de la fuerza de la explosión. Logrando refugiarse en una enorme planta que los gansos y las gallinas habían escarbado y ahuecado a lo largo de los años para protegerse de los fuertes calores.
No era el mediodía en Chile, y nosotros ya habíamos perdido materialmente casi todo. El comando de la Marina chilena se retira de nuestra propiedad, dejando detrás de si destrucción y desolación.
La neblina ya se empezaba a disipar. Empezamos a llamarnos, Mamá nos empieza a nombrar Hugo viejo, Hugo, Silvia, Yolanda, Erwin, Archie, Papá le responde y cada uno respondemos, menos Hugo hijo. Mi hermano Hugo tratando de alejarse de la propiedad salió en un auto, pero el comando de las caras tiznadas a metralla y con granadas acribilló el auto. Quedando tirado en medio de la calle 18 de Septiembre, a pocos metros de nuestra propiedad. Los vecinos nos dijeron que lo habían sacado del auto y que estaba herido y que se lo habían llevado. Pero nadie sabe para dónde.
¡Qué angustia!
Pensamos que como estaba herido lo llevarían al hospital de Limache. Papá y Mamá se organizan para partir, para saber del paradero de Hugo hijo. Recuerdo los rumores más terribles, los vecinos nos decían que ya estaba muerto, otros que producto de las granadas le habían amputado las piernas. El auto parecía un colador, tenía tantos hoyos de balas que me puse a llorar y me todo me dolía. ¿En qué parte del auto pudo haberse protegido mi querido hermano Pedro Hugo de tanta metralla? Papá se fue a Valparaíso, para ver lo que pasaba con en su trabajo en el Diario La Unión, pero fue y volvió a Limache.
Por los medios oficiales se escuchaban durante horas los bandos emitidos por la Junta Militar, las llamadas a las personas que se presentaran en sus respectivas comisarias.
A Papá, hasta nuestra casa llegaron a detenerlo, el despliegue de autos fue grande, recuerdo que uno de los vehículos que formaba parte de la comitiva, era conducido por un conocido comerciante limachino.
Ese comerciante acababa de perder un cliente para siempre. Mamá nos dijo; hijos ahora tenemos que ser muy fuertes porque nos dejaron solitos. ¡Qué injusticia! ¡Qué impotencia! y sobre todo ¿por qué?
Mamá y sus cuatro hijos septiembre 1973
Seguir viviendo, volver a clases, Silvia y yo al Liceo, Erwin y Archie al Internado del Colegio Alemán de Villa Alemana. Mamá llegó a pesar 47 kilos antes de fines de año. Empezaron los allanamientos, se robaron todos los discos de la radio, se los llevaban en carretillas hasta sus camionetas. De nuestra valiosa biblioteca quemaron muchos libros.
En un Diario porteño se anunciaba la venta de discos LP en Viña del Mar, pensé esos son los que se robaron de mi radio. Terminando casi el año escolar, con muchos tropiezos.
Mamá había logrado saber que Papá y mi hermano Hugo habían estado en varios centros de detención de la región, que estaban vivos y decidió tomar un abogado.
En Limache nos habíamos convertido en personas indeseables. Algunas personas se miraban los zapatos para evitar saludarnos, otros cambiaban de vereda.
Tramite bancario
Sin Radio, sin sustento, acompañé Mamá al banco. Sra. Arellano sus cuentas han sido requisicionadas por el gobierno para la reconstrucción nacional. ¿Y las cuentas de ahorro de mis hijos? también, Sra. Arellano. Recuerdo la crisis que me causó semejante noticia.
¡Otro abuso más, siguen los atropellos!
El Chile de Pinochet, me estaba privando de mi padre, de mi hermano, nos habían destruido la Radio, nuestro sustento, nos allanaban a cada rato. Se habían apropiados de nuestras cuentas bancarias. Y de los estudios de la radio se habían robado todo lo que tenía valor y el resto lo quemaban. Suena el teléfono, era una llamada del Colegio Alemán de Villa Alemana. Habían allanado el colegio Alemán buscando a los niños Arellano Carvajal.
Mamá me anuncia: hija mía ante esta situación no pueden seguir aquí los niños, debes ser muy fuerte, tienes una misión…..tú y tus hermanos menores no pueden seguir aquí…. y yo le pregunté aquí ¿en Limache? no en Chile, debes asumir la responsabilidad y partir con tus hermanos pequeños hacia Argentina.
¿Cuándo nos tenemos que ir Mamá? ……. ¡lo más pronto posible!
¿De qué manera saldríamos de Chile?
En tren se irán hasta Buenos Aires, con el transandino partiendo del Puerto de Valparaíso hasta Los Andes, Mendoza y luego Buenos Aires. Los tres solitos. ¡Qué miedo!, ¡Qué angustia!
Hija, el equipaje debe ser ligero, pueden llevar una maleta cada uno y no puede ser muy grande. Reducir a una maleta los 17 años de mi vida chilena ¡qué dilema! No podía llevarme ningún libro, mi guitarra y sobretodo no había cupo para mi radio Telefunken…
Corrí me fui a esconder en mi pieza y lloré por largo rato, no quería que me viera en ese estado, no quería que me viera sufrir, en el fondo yo sabía que tenía razón.
Comprendí que mi futuro ya no dependía de mis padres, esa decisión pudo haber sido la última. Pensar que me tenía que ir lejos, me dio frio, tenía miedo, quería gritar.
Primera vez en mi vida, me encontraría lejos de mis padres, libre pero frente a un futuro incierto y asumiendo la enorme responsabilidad de la vida de mis hermanos menores.
¡Puchas que duro, qué caro me cuesta protegernos de tanta maldad, de tanta barbarie!
La solidaridad anónima
De vuelta a casa por las tardes encontrábamos paquetes con comida, huevos frescos, leche, queso, pollos listos para cocinarlos. Aprovecho este relato para agradecer esos gestos anónimos que nos hacían saber que no estábamos tan solos frente a tanta maldad.
La navidad de 1973 fue la más triste de mi vida y el año que se avecinaba incierto. Tenía más preguntas que respuestas. Pude ver a Papá y a mi hermano Pedro Hugo antes de la partida. Puchas que me costó, contener mis emociones y las ganas de decirles que tenía mucho miedo.
En esos momentos cada uno de nosotros teníamos miles de razones para estar tristes y aterrados. Nuestro Padre preso con nuestro hermano Pedro Hugo sin saber por cuánto tiempo. Mamá y mi hermana Silvia buscando por todos los medios para liberarlos y la forma de seguir viviendo, sin trabajo, sin radio, sin sustento…
Nosotros los tres menores teníamos que partir lejos, sin saber por cuánto tiempo. ¡No éramos más dueños de nuestras vidas!
Sentí que mi vida se me escapaba entre mis manos. Sentí que me faltaría tiempo para decirles que les quiero y que no quería irme de su lado.
Estación Puerto de Valparaíso enero de 1974
Mamá acompañada de nuestra abuelita Yoya hicieron el trayecto entre el Puerto y Los Andes. Desde el anuncio de la partida, hasta la llegada a Los Andes, me quedó la sensación que todo iba en cámara lenta.
Si hubiese podido habría parado el tiempo. Miradas, apretones de manos, caricias, sentí que Mamá quería regalarnos mucha ternura, que nos sobrara para el camino al exilio. No nos dijimos muchas cosas. No quería mostrar mi pena y mi angustia. Saqué fuerzas de mi flaqueza para no llorar. Quería estar a la altura de la responsabilidad que me había traspasado. En ese recorrido maduré de golpe, tenía que ser fuerte porque estaba mi vida y la de mis hermanos Erwin y Archie en juego, no podía fallar.
En los Andes y el transandino
En la estación, un Sr. mayor de edad de origen español, se nos acerca y le dice a mi abuelita y a Mamá: yo los voy a cuidar. Durante todo el viaje no nos impuso su presencia. Pero no nos perdió de vista.
Le había hecho la promesa a Mamá y a la abuelita y eso me dio una cierta seguridad. Hija no nos escribas, no llamen por teléfono, es mejor, ¡cuídense!
LA PARTIDA – estación Los Andes
El transandino empieza lentamente a subir, al ritmo del paso humano, hubo algunos pasajeros que se bajaron y caminaban al lado tren.
Esbocé una mueca mientras el tren se movía lentamente, si es así hasta Buenos Aires, ¡tenemos para una semana por lo menos!…
Empezamos la travesía bajo tierra en las entrañas de la Cordillera de los Andes. El recorrido dentro del túnel, lento, interminable, las luces parpadeaban y por fracciones de segundos nos quedábamos en una total obscuridad.
Erwin y Archie se abrazaban de mí, teníamos pánico. Los tres, ligeros de equipaje. Anónimos viajantes.
Exilando “nuestra nada”
Privados de futuro, a la espera de volver a llenarse, pero todavía no sabíamos de qué.
Reinaba un silencio sepulcral.
Se oían las gotas de agua sobre el techo del vagón
Nadie decía nada, mientras el tren estaba en territorio chileno, nadie dijo nada, solo miradas, todos nos conteníamos las ganas de decir algo que pudiese traicionar la razón de la partida.
A la salida del túnel, respiré profundo, el hermoso paisaje, de un rojo intenso, no lograban calmar mi ansiedad, mi angustia y mi pena.
Me sentí vacía.
La ausencia de mi familia me produjo una enorme sensación de orfandad.
Mi hermano Erwin se puso a cantar canciones de protesta, cuando iba a decirle que mejor que no lo haga, que no era una buena idea.
Algunos de los pasajeros despertaron de su letargo y empezaron también a cantar, entre lágrimas de alegría de haber logrado dejar atrás la dictadura.
Lágrimas de tristeza mojaban nuestros rostros.
Nuestros seres queridos seguían presos y no sabíamos hasta cuándo.
Iba contando las estaciones hasta llegar a Mendoza, un tío nos estaba esperando a la pasada con comida. ¡Qué desilusión! tenía solo unas bebidas en las manos y nada más y nosotros con la guatita vacía.
Erwin sale corriendo del vagón, le pide unos pesos argentinos y se metió en la estación de Mendoza, después de unos minutos, lo veo sonriente con unos enormes sándwiches de carne argentina.
Gracias Erwin, él también había empezado a comprender que nos teníamos que valer por nosotros mismos.
Ahora seguir para Buenos Aires
18 horas todavía hasta Buenos Aires.
Chilenos y argentinos compartieron con nosotros sus respectivos picnics.
Anochecía cuando empezamos el recorrido de La Pampa argentina.
Me pareció eterno.
Por cada kilómetro recorrido, mi angustia crecía, más lejos de casa, más lejos de mi familia.
Los rayos acompañados de relámpagos me permitían descubrir la cantidad de ganado que había en la pampa argentina.
La tormenta durante la travesía me impedía dormir.
Erwin y Archie lograron conciliar el sueño del pibe.
Mientras ellos dormían, solté mi pena contenida y pude llorar.
Llegada a la Estación Retiro de Buenos Aires
Nos estaban esperando.
Pronto descubrimos que realmente otra vida nos esperaba.
Me convertí de la noche a la mañana en la niña de los mandados.
Los tres participábamos del quehacer doméstico y laboral.
Llega el mes de marzo, el año escolar empezaba y nada…….
Yo quería para mis hermanos y para mi continuar con los estudios.
Ellos no tenían mucho apuro, no lo veían de la misma manera.
Sabía defenderme, tomé los certificados chilenos y fui directamente al Ministerio de la Educación argentino.
Encontré mucha comprensión en los funcionarios argentinos.
Años más tarde en Europa pudimos constatar el respeto por la muerte de Salvador Allende y el amplio repudio que generó la violencia con la que se impuso Pinochet y la junta Militar chilena.
Empezaron a inaugurar, avenidas, calles, plazas y barrios enteros, con el nombre de Salvador Allende.
¡Qué orgullo haberlo conocido!
El diario francés “Le Monde” describió el golpe militar así: “La tragedia de un hombre, la tragedia de una nación, de una revolución a través de la ley, o de un socialismo dentro de la ley; una tragedia con implicaciones mundiales”, lo que preparó el terreno para la llegada y acogida solidaria a los seguidores del Gobierno derrotado que salieron al exilio.
Un Funcionario argentino me atendió, le conté mi historia y se emocionó, me dio su tarjeta para que pudiese contactarlo en todo momento y me dijo que podíamos inscribirnos porque nuestros papeles estaban en regla y él le dio curso al trámite.
Tomó el teléfono y cuando terminó de hablar me dijo: ya “piba” andáte a inscribir al Liceo de Señoritas de Santa Fe, la psicóloga te está esperando.
El rol que jugó la psicóloga argentina en mi nueva vida fue primordial.
Argentina, ya la conocía, había estado de vacaciones en Mendoza y Buenos Aires, me eran familiares, la sensación de exilio no me invadía todavía, me faltaba mi familia para seguir y volver empezar, pero la única urgencia era esperar noticias, y no venían. Un frio constante me acompañaba por la falta de novedades.
Un tres de enero de 1974 logramos dejar Chile, partir… de viaje. Mi querida madre logró con un abogado amigo, hacer un documento para enviar a sus tres hijos menores de edad de vacaciones a la Argentina, resultó en la frontera nos dejaron pasar…
A fines de julio de 1974 fueron expulsados por decreto mi padre y mi hermano Pedro Hugo Nos dolía la pobreza, la ignorancia, el sufrimiento ajeno, la estupidez, la desigualdad, ¡por eso nos echaron!
Exilio no es solamente una palabra, es una herida abierta en el cuerpo.